Hoy nos encontramos con una amplia información en las páginas de Diario de Sevilla, más resumida en su versión web, sobre el descenso de la actividad congresual en Sevilla. El periódico se centra en la caída de 97 posiciones en el ranking ICCA, pero a fin de cuentas lo que importa es el significado de ese descalabro: la pérdida de negocio. Y como ahí duele, se leen duras críticas hacia las instituciones, hacia el aeropuerto y hacia el gobierno municipal saliente: escasa promoción, insuficientes conexiones aéreas, retrasos en los grandes proyectos... Nada nuevo bajo el sol, pero vuelve a escocer cuando se traduce en consecuencias tangibles.
Conservamos en este blog un buen puñado de excusas y de buenas intenciones proclamadas por algunos de los próceres del sector, como la entrevista a Manuel Macías, gerente del Sevilla Congress and Convention Bureau (SCCB), o la de Antonio Távora, presidente de la Asociación Sevillana de Empresas Turísticas (Aset). Todas ellas anteriores al dato en cuestión (el hundimiento hasta la posición 196 en la clasificación internacional) y todas ellas perfectamente válidas.
Lo importante, y aquí entramos en terreno de la opinión por el rellano de la ensoñación, es que este varapalo sirva para que se deje de instrumentalizar el turismo. Entre los que lo han usado para salir en la foto, los que sólo se comprometen de boquilla, los que se arriman, los que confían en que el negocio caiga del cielo y algunos otros más, Sevilla sigue perdiendo el paso. Y en el turismo de reuniones, tan codiciado, la competencia es cada vez mayor.
Para que todos tomemos conciencia de lo esencial, permítannos parafrasear la célebre cita de James Carville, asesor de Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992 le impulsó hasta la Casa Blanca. Como aquel eslogan accidental, "¡Es la economía, estúpido!", déjennos recordar que se trata del turismo.
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