Lo dicho, que Sevilla se rinde al calor

Hace unos días nos felicitábamos de la resistencia del turismo de Sevilla contra la estacionalización —esa temida palabra que establece picos y valles en la afluencia de turistas— por mucho que los elementos jugaran en su contra. Y donde pone elementos lean calor a manos llenas. Pues bien, no hacen más que darnos motivos para desdecirnos. Por ejemplo, no hace mucho publicaba El Correo de Andalucía sobre el cierre de la Torre del Oro en agosto y hoy amplía la denuncia sobre dos centros culturales. Y la cosa no queda ahí.

En la hostelería, algunos restaurantes aprovechan las calores para irse de vacaciones. Que lo haga Alcuza y que avise con cuña radiofónica incluida, pase. Que lo haga Budare, que desde Tomares no se puede decir que figure en primera línea del tránsito turístico, de acuerdo. Pero que cierre el Hotel Meliá Sevilla en julio y agosto es más chocante, por más que se repita cada año. No es exactamente el mismo caso que el Alfonso XIII, que está en reformas hasta marzo de 2012.

Otro asunto es el equipamiento urbano. El visitante podría pensar con toda la razón del mundo que esta ciudad ha sido diseñada por quien no la conoce. Al contrario que siglos atrás, cuando se hacían calles estrechas y serpenteantes por motivos defensivos (pero quién duda que la defensa era también contra el sol inclemente), ahora tenemos una Avenida de la Constitución y una calle San Fernando, en el corazón monumental de Sevilla, muy bonitas y muy modernas pero sin una mísera sombra. Las quejas del turista también se encaminan hacia la ausencia de fuentes públicas donde refrescarse. Y no todo es cosa de vándalos como en los Jardines de Murillo.

Y aquí me paro porque es agosto y hay que tomárselo con calma. Ya se sabe, contra el calor lo mejor es no moverse.