jueves, 20 de enero de 2011

Contracrónica de Fitur 2011 (II)


Fitur engaña. Tras una inauguración saturada de convocatorias y frentes abiertos, la actividad parece desinflarse al segundo día. Es mentira. Sólo han desaparecido los fastos superfluos, el protocolo, y se ha mantenido el ritmo de trabajo. Desayunos informativos, presentaciones por doquier, pocas mesas libres en los stands. Eso sí, la impresión dominante es que todo el mundo vende algo y casi nadie compra nada. También falso, hasta cierto punto. Hay más negocio del que aparenta y menos del que debiera o del que necesita este país.

Fitur convoca. Hoy los estudiantes tenían acceso a la feria, lo que ha llenado de chavalería los pasillos. Por lo demás, en estos primeros compases la entrada está reservada a profesionales de la industria turística. Por eso sorprendían las animosas pandillas de jubilados que curioseaban por aquí y por allá. ¿Cómo lo hicieron para entrar en Ifema? Al final, la población efímera de Fitur se componía en grotesco pastiche.

Pero Fitur sorprende poco. Naturaleza, vinos, congresos, cultura y, como última corriente reproducida una y otra vez, el turismo gay. Ya hablaremos del turismo gay. Se percibe falta de frescura en los reclamos turísticos. Y en la forma de venderlos. Algunos, como Confortel Hoteles, se ha lanzado definitivamente a las redes sociales. Ya hablaremos de las redes sociales. Castilla y León tiene en un extremo varios iPads para consultas. Otros, como Aragón o Cataluña, han llevado a la feria monoplazas de Formula 1 bastante fotografiados. Dentro de la escasa chispa de la feria, el stand de Sevilla se postula como el paradigma de lo soso.

El pabellón de Andalucía, minimalista, pretenciosamente moderno y, sobre todo, descomunal, da sensación de poderío. Añádase la ambiciosa campaña de cartelería que prepara el terreno en los accesos a Ifema. Llegando al área reservada para Sevilla, uno concluye que, quizás huyendo de la imagen farandulera y con exceso de celo por el negocio, sus responsables han convertido el stand en una oficina de turismo más. O peor, porque en cualquier punto de información turística que se precie se pueden encontrar herramientas interactivas, vídeos y alguna gracia más. Aquí sólo hay un larguísimo mostrador lleno de dípticos y tarjetas. Cierto, los contactos son lo primero, pero deberíamos ofrecer algo más, un valor añadido. Este me parece el punto de partida para una encendida discusión sobre cómo vendernos. ¿Alguien se apunta?

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